martes, 5 de julio de 2011

Cueva de la Fájara. 3 de julio de 2011.

Comentarios: Antonio Arana.
Fotografías: Antonio Arana.


Después de la última ruta realizada a la Sierra de las Nieves el 15 de mayo, iniciamos hoy la temporada de verano 2011. Eso significa que comenzaremos a planificar rutas de agua, cuevas y alguna ascensión nocturna a los picos más emblemáticos de la Axarquía.

Hace unos días, Juanlu me envió un correo informándome que iba a entrar por "enésima" vez a la Cueva de la Fájara (CA-1). Una cueva en la que yo nunca he estado y a la que siempre he querido ir. Se trata de la cueva más importante de toda la Sierra Almijara y Tejeda, detrás de la Cueva de Nerja. Tiene un kilómetro y medio de desarrollo explorado. El atractivo mundo de la espeleología me ha cogido algo mayor aunque también he hecho algunos pinitos: Cueva Oscura de Frigiliana, la Cueva del Agua en Canillas de Albaida, la Cueva del Cielo en el Río de la Miel, la Cueva del Lobo Marino en los acantilados de Nerja, las Galerías Altas de la Cueva de Nerja y la Cueva del Berrueco en los Alcornocales, en Cádiz. Algo es algo, aunque me gustaría algo más...

He contactado con algunos compañeros del grupo que dada la premura de tiempo no han podido cambiar sus compromisos. Y me ha sido imposible contactar con otros. Sirva esta ruta de avanzadilla para hacerme una idea de cómo es la Cueva de la Fájara para poder hacerla en otra ocasión con el resto del Grupo Andax.

Iniciamos la marcha desde el pueblo de Canillas de Aceituno, pueblo donde se inició la rebelión de los moriscos allá por el año 1569. Nos dirigimos al Río Bermuza caminando por una vereda paralela al mismo, en dirección noreste.


Vereda hacia la Cueva de la Fájara.

Pronto nos vemos envueltos por una vegetación compuesta principalmente por adelfas (Nerium oleander), alfilerillos de la viuda (Trachelium caeruleum) y zarzas (Rubus fructicosus).

Debemos cruzar el Río Bermuza para continuar nuestro camino por la vertiente norte.


Entre adelfas y alfilerillos de la viuda.

En unos 20 minutos de marcha normal nos encontramos de frente con el amplio Abrigo de las Abejas (CA-4), utilizado hoy en día para guardar el ganado.

A la izquierda del mismo podemos apreciar una masa de adelfas de la que emergen varios ejemplares de almez (Celtis australis). ¿Quién no conoce las sabrosas "almencinas"?


Adelfas, almeces y Abrigo de las Abejas.

Pues, bajo el almez más cercano al abrigo se encuentra la entrada a la Cueva de la Fájara, totalmente camuflada entre la vegetación. Antes de entrar comprobamos nuestros frontales, las pilas de repuesto y nos colocamos cada uno lo que podemos sobre nuestras cabezas para evitar golpes en ellas con las estalactitas: unos se colocan una camisa de repuesto a la manera árabe; le dejo a mi hijo Antonio un casco y yo me coloco mi inseparable sombrero... Ya estamos dispuestos para la aventura.


Llegando a la entrada de la cueva.


Entrada a la cueva.

Una vez en la boca (10.30 horas), nos dirigimos hacia la derecha para, unos metros después, girar hacia la izquierda siguiendo por una recta galería en cuyo techo Juanlu señala una figura en la roca a modo de cabeza de rinoceronte. Recorridos unos 10 metros en sentido ascendente llegamos a una pequeña sala desde la que comenzamos a bajar por un suelo de fina arena blanca. En esta zona hay mosquitos y vamos todos manoteando.

Debemos caminar inclinados porque la pared de la izquierda forma una diagonal que nos obliga a hacerlo así.


La inclinación de la roca.

Torcemos a nuestra derecha y, poco después, encontramos un espeleotema a modo de una preciosa columna estriada.


Columna.

Unos 10 metros después nos topamos con otra columna, esta vez lisa. Se sigue al frente dejando un pequeño descenso a la izquierda, con un techo en diaclasa. Son las 11.16 horas. La marcha es lenta porque el grupo es numeroso. La galería se va estrechando tanto que nos obliga prácticamente a arrastrarnos, llegando tras recorrer una decena de metros en descenso, a una estrechísima grieta a nuestra izquierda por la cual es necesario pasar.


Estrechamiento de la galería.

Se hace del todo imposible llevar las pequeñas mochilas a la espalda porque nos quedamos retenidos por el roce con el techo de la cavidad. Algunos optan por dejarlas en esta zona para recogerlas al regreso.



Dejando las mochilas.

Podríamos haber obviado la estrecha grieta si hubiésemos continuado hacia la derecha, pero Juanlu nos dice que merece la pena hacer la ruta de esta forma. No protestamos y continuamos.


Pasando por la estrecha grieta.

Una vez flanqueado este difícil paso, nos encontramos en una pequeña sala en la que podemos ver algunos murciélagos arropados entre ellos. Nuestras luces los molestan y nos lo dicen con su claro lenguaje bucal. Y digo bucal porque nos enseñan unos colmillos que hacen que nos retiremos un poco y dejemos de hacerles fotografías.


Enseñándonos sus colmillos.

Desde aquí es necesario descender por una galería estrecha cortada en el centro, en su mitad inferior, por una aguda roca. Es un paso peligroso y hay que apoyar muy bien los pies, buscando al mismo tiempo pequeños resaltes en la roca lisa para agarrarnos con las manos y no resbalar. Son unos 4 metros de bajada. Giramos hacia la derecha arrastrándonos unos 12 metros por una galería muy baja hasta llegar a otra pequeña sala (11.34 horas).


Pequeña sala tras el descenso.

Al frente hay una diaclasa convergiendo sus paredes al fondo. A nuestra derecha aparece un laminador ascendente de unos 20 metros. Al final del mismo, techo y suelo están tan juntos que es casi imposible traspasar la angosta grieta que forman al converger. Pero el grupo está formado por chavales jóvenes y delgados, consiguiendo pasar aunque con gran dificultad y con la inestimable ayuda de Juanlu, todos los componentes del grupo menos tres: Yesica, Lute y... y... y... yo. Lo intento con todas mis fuerzas siguiendo los consejos de Juanlu desde la otra parte del laminador que va dirigiendo mis manos, mis piernas y el tronco, porque yo apenas puedo mover la cabeza, pero las estalactitas me arañan la espalda al tiempo que tengo las estalagmitas comprimiéndome el pecho. Expulso todo el aire de mis pulmones para en un último avance en apnea intentar zafarme de la fortísima presa a la que estoy sometido, pero me es imposible. La ce... la ce... la "cebada" ha engordado mi barriga unos cuantos centímetros desde el principio de verano. Pero es que está tan fresca y tan buena la cerveza "Alhambra reserva 1925... "


Inicio de la subida por el laminador.


El laminador se va estrechando cada vez más.


Juanlu y Antonio en la parte más difícil del laminador.


Detalle del difícil paso.

Le dejo mi cámara fotográfica a Juanlu porque no quiero perderme las maravillas que van a poder contemplar. Les deseamos suerte y, a las 12.17 horas, regresamos nuevamente los "gorditos" a la entrada de la cueva. Esta vez tomamos la galería alternativa para obviar la grieta estrechísima del principio. No encontramos ninguna dificultad y a las 12.34 horas notamos en nuestros rostros sudorosos y sucios de tierra la intensa calidez del sol. Estamos chorreando de sudor.

Nos dirigimos hacia una zona ensanchada del Río Bermuza junto a una surgencia al mismo que cae en cascada atravesando una alambrada interpuesta en el cauce entre adelfas y un alto algarrobo. Aquí nos disponemos a esperar al resto del grupo (12.40 horas).

A las 13.26 horas vemos llegar a una parte del grupo. Nos dicen que encontraron una galería con miles de murciélagos posados y que Juanlu, Javier y otro compañero la atravesaron en silencio y con apenas luces, comenzando a volar algunos murciélagos que desencadenaron el pánico entre los que quedaron atrás, regresando corriendo por miedo a la gran masa de quirópteros.

Unos 20 minutos después llegan los "héroes" contando maravillas de las diversas galerías que han recorrido. Mis dientes se van llenando de tierra de lo largos que se me ponen al escucharlos. Juanlu me dice que no se ha acordado de hacer ni una sola foto con mi cámara. ¡Ummm...!

Quiere realizar el regreso por el río y ninguno le presentamos objeciones. Nos vendrá muy bien refrescarnos. Nos hacemos la foto de grupo junto al algarrobo.


Foto de grupo antes de iniciar el regreso por el cauce.


Cauce del Río Bermuza.

Como siempre, voy tomando notas de los distintos hitos, los tiempos, la flora...


Bloc y bolígrafo en las manos.

Llegamos sin problemas a una profunda poza que es necesario atravesar. Vamos pasándonos las mochilas como podemos para evitar que se mojen los móviles, las cámaras de fotos, el dinero, la ropa seca... que llevamos en su interior.


Maravillosa, fresca y profunda poza.

Mientras espero mi turno para saltar a la poza, fotografío en la húmeda roca un ejemplar de Papilio machaon sin vida. Es una lástima pues se trata de una de las mariposas más bellas que existen.


Papilio machaon.


Mochila en alto. Un metro más allá no se hace pie.

La poza tiene unos 2 metros de profundidad máxima. Por ella discurre una gruesa goma que recoge el agua de la parte más alta. Tiene el aspecto de una larga, sinuosa y negra serpiente.


Entrando en la poza.


El relax del agua fría.

Salimos a la acequia de la vertiente sur del río y, poco después, atravesamos un escondido puente que queda a la derecha, junto a un gran nogal y un cortijo abandonado, para darnos un baño fantástico en una poza maravillosa en un entorno paradisíaco.


El "Gran Juanlu".


Poza en el Río Bermuza.


El salto.

El agua está helada y el frío se deja sentir en la piel poniendo los pe... los pez... los pelos de punta.


Sandra, helada, con los "pe..." de punta.

A mí me gusta el agua fría. Hace unos quince años me bañé en la Laguna del Caballo, en Sierra Nevada, con el agua a +2ºC. Pude aguantar sólo 10 minutos pero fue un baño reconfortante. El problema fue que me lancé al agua desnudo y al salir "alguien" me hizo una foto en la que curiosamente salí sin pito. No sé qué me pasó.


Poza en el Río Bermuza.

Yo conocía ya esta poza por haber venido años atrás en varias ocasiones. La cascada es preciosa y forma un tobogán que invita a utilizarlo pero hay una gruesa rama de higuera que se interpone.


Junto a la poza.


La cascada y su tobogán.

Recuerdo que el puente, ahora casi desaparecido entre la vegetación, se alzaba majestuoso sobre el río a pesar de su tosca construcción.


El puente.

Tras pasar un rato muy agradable en el entorno de la poza decidimos regresar. A nuestro paso, los alfilerillos de la viuda contrastan con el resto de vegetación, de color verde.


Alfilerillo de la viuda (Trachelium caeruleum).


Alfilerillo de la viuda.

A las 15.30 horas nos encontramos ya junto a los coches cambiándonos la ropa mojada y el calzado. Ha sido una aventura estupenda. Pero prometo regresar un día con 2 kilogramos menos para ver la parte de la cueva que me ha sido negada hoy. ¡Palabrita...!


Final de la ruta.



Croquis topográfico de la Cueva de la Fájara. GES de la SEM (año 1998).