Hemos decidido aprovechar las últimas nieves de la cara norte de la Maroma para acompañar a Nina en su primera ascensión a la misma. Lleva mucho tiempo ilusionada con esta ruta.
El día es magnífico. He dejado mi coche en la Alcauca y aparcamos todos los demás junto al Cortijo del Robledal Alto.
Junto al Cortijo del Robledal Alto.
Iniciamos el camino por la pista forestal que nos llevará sucesivamente por el Contaero, Collado de Rojas, Salto del Caballo, Puerto de las Loberas, Tajo Volaero y cumbre de la Maroma.
Le calculo unas 4 horas, con marcha tranquila y disfrutando de los regalos que nos ofrece la naturaleza.
Hacia el "Contaero". Tajo Sol nevado, al fondo.
Aunque, a veces, son regalos no deseados como la gran cantidad de nidos de procesionarias existentes en los abundantes pinos que nos rodean.
Nidos o bolsones de Procesionarias del pino.
La Procesionaria del Pino (Thaumetopoea pityocampa) constituye una plaga común en bosques de pinos y en cedros. El daño característico que produce es la defoliación que, generalmente, no mata al árbol pero sí lo puede debilitar en gran medida, facilitando así el ataque por parte de otros enemigos. Además, los estados inmaduros de la procesionaria (oruga), poseen pelos urticantes que se dispersan cuando son molestadas, produciendo irritación en piel y mucosas. Nina que es oftalmóloga en el Hospital de la Axarquía, nos habla del enorme daño que pueden producir esos pelos en la córnea.
A finales de invierno bajan del pino para enterrarse en el suelo con el fin de transformarse en mariposas. La hembra que encabeza la procesión busca las zonas más soleadas, claros y bordes, cuando se trata de zonas frías y templadas, dirigiéndose a lugares más sombreados en el caso de zonas cálidas. La temperatura óptima del emplazamiento del enterramiento es de unos 20º C. A mediados o finales de verano la mariposa emerge y, tras la cópula, produce una nueva puesta.
Detalle de los pelos urticantes.
Fijaos en el gran arsenal de "flechas" de que dispone la procesionaria. Lo mejor es no molestarla. Sorteamos múltiples e interminables líneas formadas por estas orugas.
Vamos recorriendo una cresta entre el Arroyo de los Presillejos, al oeste, y el Arroyo de la Cuesta del Espartal, al este.
Con Diego Gaitán y Antonio Correa.
Conforme nos dirigimos al Salto del Caballo, si miramos a nuestra derecha, podemos observar la cresta que separa el Arroyo de los Presillejos del Arroyo del Selladero, más hacia el oeste. La máxima altitud de dicha cuerda la forma el Cerro Palomica, con 1.736 metros.
Nina e Inma. Detrás, el Cerro Palomica.
Las altas cumbres de Sierra Nevada son las únicas que ponen una nota de color blanco en el límpido cielo azul.
Sierra Nevada, al fondo.
Llegamos a una llanura en la cresta, en el Collado de Rojas. Un excelente lugar para detenernos a tomar algo antes de proseguir por el zig-zag de la vereda que nos llevará hasta el Puerto de las Loberas. Esta zona se pone exuberante de gamones en primavera.
Collado de Rojas.
Una vez en el Puerto de las Loberas, dirigimos la vista hacia el este y podemos apreciar el Morrón de la Tacita de Plata. Tras él, junto a unos pinos, se encuentra la tan apreciada fuente, de escaso caudal pero suficiente para dar de beber a un millón de camellos sedientos. Creo que casi todos la conoceréis. Si no es así, merece la pena desviarse un poco, buscarla y encontrarla para grabarla en la retina y en el GPS. No hay peor cosa que la sed en la montaña, sobre todo en verano.
Morrón de la Tacita de Plata. Detrás, Sierra Nevada con el Veleta y el Tozal del Cartujo.
Nos dirigimos directamente al sur, hacia el Tajo Volaero. En la "Cabeza de Tortuga", como yo la llamo, inmortalizo a Nina, Inma, Antonio y Diego.
En la Cabeza de Tortuga, sobre el Tajo Volaero.
Ahora, en dirección oeste, seguimos la vereda bien trazada que nos llevará a la cumbre de nuestra montaña. Antes de llegar al vértice geodésico pasamos junto a dos monolitos de piedras colocados en el punto más alto de esta sierra (2.068 metros). El vértice geodésico está erigido, sin embargo, unos 200 metros más hacia el oeste, a 2.065 metros de altitud. Contribuímos a mantener con una piedra más los monolitos. Y, como siempre, dejándonos llevar por la superstición que nos induce a pedir un deseo.
Manteniendo el monolito.
Y, por fin, Nina ve cumplido su gran deseo de llegar a la cumbre de la Maroma. Está contenta e ilusionada. Hemos hecho la ruta despacio, disfrutándola momento a momento. No sólo hay que llegar a la cumbre sino que hay que integrarse con el entorno de principio a fin de la ruta. Me dice que no se encuentra muy cansada y que ha merecido la pena el esfuerzo.
Nina y su sueño cumplido.
Nos hacemos la fotografía de grupo y, después, todos aprovechamos para fotografiarnos unos a otros junto al monolito, o sobre él. Estamos en mangas cortas recibiendo en la piel la cálida caricia de los rayos solares a 2 km de altitud sobre el nivel del mar.
Cumbre de la Maroma.
Alejandro.
Con Inma, aprovechándome de que no ha venido su "media naranja".
Otros prefieren hablar con Morfeo, ¿verdad Eduardo?
El maravilloso descanso del montañero.
Aún queda algo de nieve en los vivac de la cumbre. Y alguno de nosotros recibe "la fresca caricia" de una bola en el pecho.
Vivac en la cumbre.
El regreso lo hacemos por el noroeste, hacia el Cerro Mojón. En esta ladera sí disfrutamos de la nieve abundante...
Durante el descenso.
...aunque algunos más que otros...
La caída de Nina.
Una vez en el pluviómetro de la Loma de las Víboras, descendemos hacia los Castillones y, antes de llegar, giramos hacia el norte en dirección a la Alcauca. Tras el invierno lluvioso, el matorral cubre la vereda y nos despistamos durante unos minutos. La jara pringosa (Cistus Ladanifer) nos llega al pecho aunque, afortunadamente, aún no está impregnada del aceitoso láudano que se pega a la ropa y a las manos. Antiguamente se utilizaba en jarabe para la tos. En un par de meses se abrirán sus preciosas flores blancas y un exquisito aroma a aceite perfumado impregnará la sierra.
"Despistados" entre la jara pringosa.
Una vez en la Adecuación Recreativa de la Alcauca, los conductores nos subimos en mi coche para dirigirnos al Robledal y recoger cada uno el suyo. Mientras tanto, el grueso del grupo iniciará la marcha por la pista forestal en dirección a Pilas de Algaida, cerca de la cual los recogeremos.
Camino de Pilas de Algaida.
El perfil de esta ruta ya lo he subido al blog con anterioridad por lo que no quiero ponerme pesado. Se realiza en unas 8 horas de marcha tranquila y la dureza hay que considerarla alta para quien no está muy acostumbrado a andar por la montaña.
Nuestra próxima cumbre, si el tiempo y demás circunstancias lo permite, será el Lucero. Hasta entonces.
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