Comentarios: Antonio Arana.
Fotografías: Antonio y Juanlu.
Mañana ajetreada hoy para muchos miembros del grupo por lo que los pocos que estamos libres hemos decidido salir a dar un paseo y hemos elegido una montaña situada entre Alfarnate y Villanueva del Rosario: el Chamizo. La razón de esta elección se debe a que desde el Boquete de Zafarraya hasta el mar, es decir, prácticamente toda la Axarquía, está sumergida en un verdadero mar de nubes y tan sólo la parte situada más al norte de esta comarca parece estar acariciada por unos tibios rayos de sol. Esperemos no equivocarnos con la climatología y poder culminar la ruta.
El Chamizo puede ascenderse por varios sitios. Nosotros hemos elegido hoy la ruta por Villanueva del Rosario, a la que muchos llaman "la ruta de los mariquitas". El motivo no lo sé con exactitud aunque puedo imaginármelo ya que es una ruta corta de apenas hora y media de subida. Sin embargo, nuestra idea es coronar el Chamizo y, después, dirigirnos a Cerro Pelado y al Cerro Rodadero para descender posteriormente por el Llano del Hondonero hasta el coche. De esta forma, el recorrido total sería de unos 10 km, con un tiempo total de 4 horas y un desnivel de ascenso de 657 metros.
Desde el pueblo de Villanueva del Rosario hay una pista que bordea toda la sierra por la cara norte hasta llegar a un pequeño rellano donde han construído un mirador con unos paneles informativos sobre el entorno. Aquí dejamos el coche.
Iniciamos el camino por una vereda que asciende dirigiéndose hacia el este. A nuestra izquierda (noreste) contemplamos un cerro de 1.336 ms de altura que corresponde a las estribaciones de la Sierra de San Jorge aunque nuestro destino, el Chamizo, está situado al sur y tiene una altura de 1.641 ms. Nos encontramos en la Sierra del Jobo.
Cerro que dejamos a la izquierda.
Muy pronto encontramos las primeras especies botánicas existentes en la zona, como la rosa canina o paeonia broteroi, una preciosa planta con propiedades medicinales como antiespasmódica aunque consumida en grandes dosis es muy tóxica, por eso la rehúyen el ganado y las cabras monteses.
Paeonia broteroi.
A lo largo de la ascendente vereda, situada a su lado, hay una cerca metálica a la cual debemos agarrarnos en algunos tramos más pendientes y que finaliza en un pequeño collado elevado que tenemos al frente.
Una vez en el collado, dejamos la dirección este para torcer de manera brusca hacia el sur, pudiendo observar ya los farallones rocosos de nuestra montaña.
Hemos dejado a nuestra espalda el collado donde hay una preciosa aguja rocosa. Vamos andando entre múltiples ejemplares de espino albar.
Aguja rocosa en el collado.
El terreno es completamente rocoso aunque nos gusta mucho andar por él en primavera y verano porque las botas se agarran fuertemente al mismo. En invierno ya es otra cosa...
"Vereda" hacia la cumbre.
Continuamos ascendiendo por "la vereda".
Llegando a la cumbre comenzamos a notar en la piel los primeros signos de una bajada de presión atmosférica y podemos apreciar que el manto nuboso que dejamos atrás al principio de la mañana intenta envolvernos.
Las primeras nubes en la cresta rocosa.
Sin embargo, antes de ser engullidos por las nubes llegamos a la cumbre, junto al vértice geodésico, en la que aún el tiempo es soleado.
Cumbre del Chamizo (1.641 metros).
Hablamos de permanecer pocos minutos en la cumbre para dirigirnos al oeste por la cresta rocosa con intención de descender al Puerto de los Perdigones (1.409 ms.) y llegar al Cerro Pelado aunque muy pronto desistimos de esa idea al "contemplar", por decir algo, el paisaje que nos rodea.
Vista desde la cumbre del Chamizo.
Tenemos la sensación de que estamos viajando en avión a 10.000 ms. de altura. Tomamos chocolate y algunos frutos secos, nos colocamos las mochilas y decidimos regresar lo antes posible por el mismo camino que hemos seguido, antes de que la niebla nos envuelva y aumente el riesgo del descenso entre las rocas.
Pero aún tengo la posibilidad de fotografiar algunas flores sencillamente maravillosas, al menos para quien es amante de la Botánica.
Violeta amarilla. Viola demetria.
Viniebla de hojas de alhelí. Cynoglossum cheirifolium.
Tengo la inmensa suerte de encontrar la Linaria anticaria, un endemismo andaluz descubierto por Charles Edmond Boissier en Antequera el año 1837, debiendo a ello su nombre.
Linaria anticaria.
Descendemos con cuidado, inmersos progresivamente en la niebla.
Descendiendo hacia el coche.
Asegurando el descenso cogiéndonos a la alambrada.
A Inma le llama mucho la atención una planta en la que no se había fijado antes. Y, dispuesto a complacerla, la fotografío y la informo de que se trata del piorno azul, aconsejándole que no tropieze cayendo sobre ella nunca, debido a la infinidad de púas que posee.
Piorno azul. Erinacea anthyllis.
Cerca del final de la vereda hago la típica foto del "insecto sobre la flor". Una abeja liba el polen de un botón de oro, planta perteneciente a la familia de los ranúnculos que tiene casi un centenar y medio de variantes en el sur de Europa y en el norte de África, con toda una gama de pequeñas diferencias entre ellas. La variedad que he fotografiado puede tratarse del Ranunculus rupestris aunque la catalogación exacta prefiero dejársela a los verdaderos especialistas en Botánica. De lo que sí estoy seguro es de la abeja.
Botón de oro.
En un intento de endulzarnos la mañana tras el obligado recorte que hemos tenido que realizar en la ruta por las inclemencias meteorológicas, les ofrezco a Inma, Pepe y a Juanlu, la posibilidad de visitar la Fuente de los Cien Caños en Villanueva del Trabuco, al pie de la Sierra de San Jorge. Y, como no podía ser de otro modo, aceptan encantados pues no la conocen. Creo que debe encontrarse en su máximo apogeo de agua por la primavera tan lluviosa que hemos tenido. Ojalá no me equivoque.
Fuente de los Cien Caños.
Fuente de los Cien Caños.
Y para acabar mejor aún este día, nos vamos a almorzar al restaurante "Los Pirineos de la Costa del Sol", en Alfarnatejo.
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