Comentarios: Antonio Arana.
Fotografías: Antonio Arana.
Esta es nuestra tercera ruta de agua del año y la primera del verano. Si trazamos una línea imaginaria que una las Sierras Tejeda y Almijara desde la Maroma pasando por el Cerro Albucaz y la Cadena hasta Navachica, la parte norte correspondería a la vertiente granadina y la parte sur a la malagueña. Y aunque los montañeros nos movemos por todas partes, es necesario decir que cada uno conoce mejor la parte de sierra que tiene más cercana. Para mí que vivo en Vélez-Málaga, las montañas que conozco mejor por haberlas visitado en más ocasiones, son las situadas al sur de esa línea. Por esa razón, hoy vamos a trazar nuestra ruta por la parte que nos es más desconocida, situada en la provincia de Granada. Y hemos elegido una zona por donde discurren tres ríos que vierten sus aguas al Embalse de los Bermejales: Cacín, Río Grande de Jayena y Cebollón.
Entre los pueblos de Arenas del Rey y Fornes, ambos situados al sur del Embalse de los Bermejales, sale una pista forestal, a la derecha, que lleva a la Resinera, indicada en un gran cartel colocado al inicio de la pista. A 1.5 km, aproximadamente, observamos a la izquierda una pequeña y preciosa ermita-escuela. Justamente al pasarla la pista diverge, tomando nosotros la de la izquierda hasta llegar a un cruce en el que una señal prohibe el paso a vehículos de motor desde el 1 de junio. Aquí nos vemos obligados a dejar los coches, iniciando la ruta a pie por la pista con mejor trazado que es la situada a nuestra izquierda. Poco después encontramos otra bifurcación en la que se localiza un panel explicativo sobre la extracción de la resina en estas sierras.
Cartel informativo sobre la actividad de los resineros.
Seguimos nuevamente por la izquierda, ascendiendo de forma continua, hasta llegar a una puerta metálica que da acceso a una pista de aterrizaje perteneciente al INFOCA situada a 1.060 metros de altitud, cruzando de oeste a este la gran altiplanicie de la Mesa de Fornes. Es sorprendente contemplar la pista de aterrizaje, de poco más de 1 km de longitud, situada en lo alto de esta montaña. En la explanada interior que forman los edificios de la Resinera que hemos dejado muy abajo, hay un helipuerto en el que reposa un helicóptero dedicado también a la lucha contra los incendios forestales. Y en esos edificios habita un retén de profesionales dispuestos a hacerle frente al fuego en cualquier momento. Les deseamos un largo reposo...
Junto a la pista de aterrizaje.
Nos dirigimos hacia el sureste, siguiendo la larga pista forestal conocida como Cuerda de los Morros, paralela a la pista de aterrizaje, separada de ella por una alambrada que poco después queda escondida entre pinos resineros.
Cuerda de los Morros.
A la izquierda de la pista podemos ver algunos pinos heridos en su corteza rezumando resina recogida en pequeños recipientes de plástico. En otra época, eran potes de barro. Yo guardo en mi casa uno de ellos muy bien conservado que encontré hace años en algún rincón de estas sierras. Para mí tiene un gran valor cultural.
Recogida de resina.
La caminata por lo alto de la Mesa es larga y hace calor. Cuando llevamos una hora andando, aproximadamente, nos sorprende la larguísima línea recta que traza la pista y que atraviesa un pinar en la lejanía. Nunca hemos estado en esta zona y andamos un poco "despistados" que no perdidos. Creemos que ese final de pista que observamos es la Cuesta de los Morros y que, poco después, hay un mirador que tiene el mismo nombre "Mirador de los Morros". Estamos deseando llegar a él porque es el final de la primera parte de nuestra ruta, y el lugar donde se inicia la vereda que nos conducirá al Río Cebollón cuyo curso seguiremos hasta regresar al lugar de partida, cerca de la Resinera.
La larguísima Cuesta de los Morros.
Tras dos horas y media de tranquilo recorrido por la larga y alta meseta, llegamos al Mirador de los Morros. La vista de la Sierra Almijara es sencillamente impresionante desde este lugar.
Mirador de los Morros.
Mirador de los Morros.
Mirador de los Morros.
Nuestro jefe, Pepe, en el mirador.
Es una delicia para cualquier montañero encontrarse en un lugar como éste.
Relajación antes de comenzar la segunda parte de nuestra ruta.
Nos quedaríamos largo rato en el mirador pero tenemos previsto comer chivo en Játar y no vamos muy bien de tiempo. Acabo de reservar mesa desde el propio mirador para las cuatro menos cuarto en el Restaurante Los Ángeles. Llevo grabados en mi móvil el teléfono de los mejores sitios donde comer, estemos donde estemos de ruta.
A unos metros del mirador sale la vereda que desciende hasta el Río Cebollón cuya frescura somos capaces de percibir ya.
Descendiendo por la Solana de Marcelino hacia el río.
Descendiendo entre esparto, boj y bolina.
Tenemos nuestro primer contacto con el Río Cebollón tras 25 minutos de descenso desde el mirador. Es muy agradable y refrescante encontrarnos junto al agua.
Cruzando el río.
Al principio es difícil andar por la margen izquierda del río porque la vereda se pierde entre la frondosa vegetación existente. Pero más adelante, cruzamos a la margen derecha donde la vereda se encuentra muy bien marcada, discurriendo entre un verde mar de helechos.
Entre helechos.
Tras 45 minutos caminando junto al río, nos vemos obligados a introducirnos en el agua porque el cauce se estrecha entre farallones rocosos y una vegetación casi inexpugnable de pasar. Pero no creáis que sentimos meternos en el río. ¡Todo lo contrario! El camino se nos hace más corto entre el frescor del agua y las continuas bromas entre los compañeros.
La deliciosa frescura y transparencia del agua.
El cachondo de Juanlu.
Digital negra. Digitalis obscura.
Vamos disfrutando enormemente de la ruta aunque no dejamos de vigilar de cerca nuestros relojes. Calculamos que llegaremos a Játar sobre las cinco de la tarde, una hora después de lo convenido en el restaurante. Pero... ¡no podemos hacer otra cosa! Algo nos pondrán de comer aunque sea en frío.
Salimos del cauce y caminamos por unos prados donde se levantan múltiples ejemplares de chopos. Y, precisamente aquí, sufrimos un pequeño despiste: parte del grupo continúa nuevamente por el río y, el resto, lo hacemos por una pista que flanquea la chopera por la derecha. Unos y otros pensamos que vamos todos juntos pero, poco después, nos damos cuenta de nuestro error. Aunque no pasa nada porque tanto el río como la pista se dirigen al lugar donde hemos dejado los coches.
Un altivo ciprés saludando a Pepe al pasar.
Y, tras 7 horas disfrutando de esta, hasta ahora desconocida ruta, nos despedimos del Río Cebollón por el momento.
Tenemos la sensación de oler ya a chivo regado con un buen vino.
Río Cebollón cerca de la Resinera.
En Játar nos están esperando sin ponernos ninguna dificultad para almorzar a las 5 de la tarde, cosa que agradecemos encarecidamente. Mirándonos bien, somos ocho montañeros hambrientos y sedientos...
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