miércoles, 20 de octubre de 2010

Cueva del Cielo. Martes, 12 de octubre de 2010.



Comentarios y fotografías: Antonio Arana.


Recién llegado de un curso de escalada y espeleología que hice en Villaluenga del Rosario en octubre de 1996, Fernando Medina, por aquel entonces compañero de urgencias en el hospital, me habló de una cueva que conocía en el Río de la Miel, en Maro. Pero no fue hasta 2 años más tarde, en octubre de 1998, cuando me la enseñó. Él la llamaba Cueva del Cielo. Y me encantó. Tanto que hasta el año 2003 la hicimos en tres ocasiones. Tomé notas de la situación exacta y del trazado interior de la misma por si algún día me atrevía a servir yo de guía de algunos compañeros interesados en la espeleología.

Y ese día ha llegado.


Gracias a las referencias que tomé, el encontrarla no me costó más de unos minutos. Es muy difícil llegar a ella si no se sabe dónde está. Nos encontramos a 634 metros de altitud sobre el nivel del mar.

Hay que bajar unos metros hasta llegar a la propia entrada de la cueva. En ella hay que atar una cuerda a una roca para realizar un destrepe de unos 5 metros. Jose, el experto en nudos, es el responsable de hacerlo.


Asegurando la cuerda en la entrada de la cueva.

Hacemos el descenso sin complicaciones.


Destrepe.


Destrepe.

En 15 minutos nos encontramos todos en la cavidad.


Inicio del recorrido.

Comienzo a caminar algo nervioso, no por miedo a la oscuridad o a los peligros de la cueva, sino por ser yo el guía tras 7 años sin haberla pisado. En las tres ocasiones anteriores la cuerda sólo nos sirvió para realizar el destrepe inicial pero recuerdo que al final del recorrido hay una bajada peligrosa con mucha humedad en la caliza, motivo por el que llevo en la mochila una cuerda de 10 metros y Juanlu lleva otra de 30 metros en la suya. Riesgos sí, pero peligro extremo ninguno. Cualquier caída de altura sobre una puntiaguda estalagmita podría ser fatal.

Un murciélago dormilón pende de su pata en el techo. Ni siquiera se digna a desperezarse con los fogonazos del flash al fotografiarlo.


El dormilón.

Descendemos por una galería muy pendiente y ocurre lo que tenía que ocurrir... los datos y dibujos de mi cuaderno de campo no tienen nada que ver con lo que estamos viendo. Mi desorientación es absoluta. Exploramos galerías que yo no recuerdo. Ascendemos, descendemos, rodeamos... y nada. Reviso mis datos una y otra vez. Llegamos a una diaclasa (grieta muy estrecha entre dos paredes verticales) de unos 5 a 6 metros de longitud y entonces veo claro en mi memoria que estamos en el buen camino. Le digo a Jose que va el primero, por donde tiene que introducirse y las referencias que debe ver según mis notas. Pero tras 20 minutos de intentos es completamente imposible lo que pretendemos.

Llego a pensar que "la cueva ha sufrido algún movimiento tectónico y ha cambiado su estructura interna"... No le encuentro otra explicación. ¡Vaya guía experto...!

Continuamos explorando con ayuda de la cuerda pero sigo sin reconocer nada. De todas formas, y a pesar del coraje que me carcome por dentro, estamos descubriendo rincones muy interesantes y eso nos entusiasma. La cueva es preciosa.


Exploración de una galería.

Decido regresar solo al punto de inicio, analizar allí nuevamente todos los datos de mi cuaderno y realizar un segundo intento. Voy con mucho cuidado porque encuentro algunos pasos algo peligrosos y en solitario no puedo emplear la cuerda.

Sentado con mis notas delante me doy cuenta de un pequeño detalle que se me había escapado: a unos 10 metros de la entrada a la cueva hay un estrecho agujero descendente, a la izquierda, totalmente disimulado entre las rocas. Nosotros nos dirigimos a la galería descendente que teníamos delante, a la derecha de ese agujero porque no vimos ninguna otra opción en ese momento. Era la "única" continuación natural de la cueva. Me levanto como si tuviera un resorte, recorro esos 10 metros, busco entre las rocas y... ¡ahí está! Una especie de sifón muy estrecho. Me introduzco en él y sé que es la verdadera ruta. Vuelvo a salir, llamo a voces a los otros cuatro compañeros y aseguro la cuerda que llevo en una estalagmita para facilitarles el regreso ante la presencia de un ascenso difícil.

Bajamos todos por el estrecho agujero y poco después nos encontramos con la sorpresa de aquella diaclasa de 5-6 metros de longitud que exploramos al principio sin éxito. Juanlu saca pecho y se introduce en la grieta, pero esta vez, en lugar de realizar la exploración en sentido ascendente, lo hace a la inversa llegando a una pequeña abertura en la pared a través de la cual sí es necesario ascender. Esto sí es lo que yo recordaba. La grieta vertical se ha convertido ahora en un laminador: el techo y el suelo son dos planchas casi horizontales separadas una de otra unos 35 cm en la parte más estrecha.


Laminador.

Pero algo falla de nuevo. Hace 7 años, con alguna dificultad, era capaz de introducirme por la estrecha abertura sin mucho problema. Ahora es casi imposible. ¿Se han movido otra vez las paredes de la cueva? No..., he engordado. Pero a pesar de ello, con las estalactitas arañándonos la espalda y las estalagmitas el pecho, y expulsando todo el aire de los pulmones, somos capaces de introducirnos en la grieta, libre ya de tan punzantes elementos.


Atravesando el laminador.

Para complicar un poco más la situación, el laminador tiene una pendiente descendente de derecha a izquierda lo que constituye una dificultad añadida.

Juanlu que ha atravesado ya esta zona me dice que tiene a su derecha un salto imposible de descender. Le digo que sin necesidad de cuerda y con la roca resbaladiza lo he hecho ya en 3 ocasiones y se muestra reacio a creerme. Me acerco a su posición, miro el salto y siento de repente algo que se me sube a la garganta: miedo. "Esto no estaba así la última vez". Y pongo por testigo a Fernando Medina y a Paco Peralta que bajó también en 2003. Bajamos en aquél entonces agarrándonos como lapas a los pequeños resquicios de las paredes. Sin embargo, ahora, sin ella es totalmente imposible el descenso. En una grieta entre las rocas, Juanlu se da cuenta de que hay una cuerda húmeda. Veo, además, varias chapas en el techo calizo. Entre él y Jose la aseguran y soy el primero en bajar. Es peligroso y la vida depende de la firmeza con que se agarre la cuerda pues no hemos traído otro material de espeleo (arneses, "ocho", mosquetones...). Consigo llegar a una estrecha, pendiente y húmeda cornisa soltando la cuerda para que bajen los demás, indicándoles donde deben colocar los pies, iluminando su descenso con mi frontal.


Descenso peligroso a la cornisa.

Una vez todos apretujados en la cornisa, aseguramos mi cuerda de 10 metros en una estalagmita para realizar un último descenso pendiente y también excesivamente resbaladizo con una caída de unos 5 metros sobre rocas y puntas. Lo hacemos "acongojados" y, afortunadamente, sin ningún percance.


Último descenso.

Nos encontramos ya en el fondo de la cueva. Estamos todos muy contentos por la experiencia y por haber conseguido culminar la ruta. Bueno... lo que se dice culminar... ¡ahora hay que salir de aquí! Hay unas formaciones kársticas impresionantes. Inmortalizamos el momento con una fotografía de grupo. Pongo mi cámara en automático. ¡Espero que salga bien la foto!


Formaciones kársticas.


En el fondo de la cueva.

Iniciamos el ascenso con mucho cuidado, extremando todas las precauciones. El regreso lo hacemos por la misma ruta, si bien, durante el despiste inicial, pudimos ver y explorar una galería de salida distinta a la que hemos seguido.


Tom durante el ascenso.


Juanlu atravesando el laminador.


Juanlu atravesando la diaclasa.

En la diaclasa los pies no llegan a tocar el suelo puesto que la grieta es muy profunda y vamos colocando las botas en pequeños salientes y en algunas estalagmitas, ayudándonos con el apoyo de la espalda sobre la pared posterior.


Atravesando la diaclasa.

Algunos murciélagos llegan a aletear a varios centímetros de nuestras cabezas.

Tras 25 minutos nos encontramos nuevamente a la entrada de la cueva. Hemos estado dentro dos horas y cuarenta minutos. La cueva es una preciosidad y ha gustado mucho a todos.

¡Ah!, ya he tomado notas detalladas para que no haya ninguna sorpresa la próxima vez. Estáis invitados.



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