lunes, 19 de enero de 2009

Y la nieve llegó a Benthomiz.

Lunes, 12 de enero de 2009.


Para quien no nació en esta maravillosa comarca de la Axarquía y a pesar de sentirme veleño por convicción, tras los 15 años vividos en ella con la intensidad que da el conocer todos sus pueblos, su litoral, sus ríos y, fundamentalmente, sus montañas... el haber podido contemplar el Cerro Benthomiz nevado ha sido todo un regalo para la vista y para el alma. Y digo alma sabiendo lo que digo porque ese cerro fue unos de los primeros que ascendí, dejando impregnadas mis pupilas del sorprendente paisaje que lo circunda por todos lados y, esa pequeña parcela del conocimiento que tengo en mi cerebro, llena de una abundante cantidad de datos históricos sobre su castillo. Historia contada por Javier, miembro de este grupo en el que fui aceptado de manera generosa, licenciado en Historia Medieval y nacido en Vélez-Málaga.

Hemos subido muchas veces a Benthomiz, estudiando los paños de muralla que aún quedan en pie, su torre, sus baños, su situación privilegiada... pero nunca habíamos pisado la nieve en su cumbre.

Así que tras la intensa nevada caída hace una semana en estas tierras, Pepe Martín y un servidor, Antonio Arana, decidimos ascender a la cumbre con la mochila y la cámara fotográfica. Al ser lunes, los demás componentes del grupo no han podido acompañarnos por razones laborales.

Es una montaña de 711 metros de altitud que forma parte de una cadena montañosa de baja altura interpuesta entre la costa y la Maroma. La componen, de este a oeste, la Rábita de Torrox, Rábita de Sayalonga, Benthomiz, Beas y el Collado.

A Benthomiz se puede ascender por Río Seco, por su parte sur. Pero nosotros lo hicimos desde el pueblo de Arenas. De él sale un carril que atraviesa el río Seco, dirigiéndose a la cumbre del cerro por la parte norte. Ese carril está recién asfaltado y tuvimos que andar por él con bastante prudencia porque estaba helado completamente. Tras una hora de paseo tranquilo llegamos a un collado desde el que se divisan las dos vertientes, norte y sur, ambas con magníficas vistas. Y, 5 minutos después, estábamos junto al vértice geodésico del pico.




Vértice geodésico del Cerro Benthomiz


La nieve se asentaba en toda la ladera norte del cerro. En 24 horas la blancura de la cumbre del día previo había dado paso a una mullida alfombra de verdor.

El día soleado permitía saborear las vistas de nuestra más alta montaña, la Maroma, y de algunas de las poblaciones que asientan casi a sus pies, como Arenas y Daimalos.


La Maroma y Arenas desde Benthomiz


Recorrimos la cumbre hasta el paño de muralla mejor conservado, en su parte de Levante. ¡Qué pena que esta magnífica fortaleza árabe no haya sido ya restaurada! El paso del tiempo la va deteriorando de forma progresiva.
















Muralla

Esta fortaleza, fue inicialmente, un poblado ibérico. Posteriormente, los fenicios y griegos establecieron en este lugar factorías. Hicieron acto de presencia también los cartagineses y, tras las Guerras Púnicas, pasó a poder de los romanos. Los árabes la reedificaron más tarde. Y, en 1569, cuando Felipe II dio la orden de abolir las prerrogativas que los moriscos tenían en relación a sus costumbres y al idioma, Benthomiz se convirtió en el foco de mayor rebeldía y protesta ante el cambio tan radical, prestando obediencia a Muley Mohamed Aben Humeya. Tras ser rendida la fortaleza, fue reconstruída y sirvió para defender la costa y la sierra de los corsarios.



Arenas desde la muralla del castillo
















Cumbre de Benthomiz












Benthomiz, Arenas y la Maroma






Sedella, al pie de la Maroma

En la cumbre del cerro hay un olivar. Entablamos conversación con su dueño que estaba bastante enfadado porque el peso de la nieve había tronchado bastantes ramas de los árboles. Y allá estaba, sierra en mano, intentando poner un poco de orden en el desaguisado.

En el descenso, ya en el carril asfaltado, nos tropezamos con un lugareño que nos ofreció vino del terreno de una bota que llevaba en bandolera. Lo hace él mismo, según nos dijo. Y, al poco rato, nos encontrábamos de nuevo en el pueblo.

El acercarse a conocer Benthomiz se convierte en un paseo delicioso, sobretodo si se hace en primavera, con los almendros en flor. Para aquéllos que no lo conocéis aún, lo recomendamos si queréis tener una maravillosa perspectiva de esta parte de la comarca a vista de pájaro.

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