domingo, 15 de agosto de 2010

Collado de los Chortales - Río Verde. 13 de agosto de 2010.

Comentarios: Antonio Arana.
Fotografías: Antonio y Juanlu.

Coincidiendo con la llegada estacional de la lluvia de estrellas conocida como "Perseidas" o "Lágrimas de San Lorenzo", y con la luna en fase de Nueva, hemos decidido observarla desde un recóndito lugar sin ningún tipo de iluminación: Río Verde (Granada). Formamos el pequeño grupo Eduardo, Juanlu, "Lute" y yo.

Desde Almuñécar tomamos la carretera de la Cabra Montés en dirección a Granada. Pasamos por los pueblos de Jete y Otívar. A las 19.20 horas nos encontramos en el Collado de los Chortales (altitud 1.076 ms). A la derecha de la carretera hay un pequeño rellano donde dejamos el coche. Frente a nosotros, al norte, podemos contemplar las agujas de los "Pollos del Pescado"; al noreste, el "Alto de los Bojes"; al noroeste, el lejano "Cerro Lopera" con sus 1.485 ms de altitud; y, a nuestra izquierda, limitando con la carretera, el "Cerro de Martos" a cuyo pie se inicia la vereda que vamos a recorrer dentro de unos minutos.


Collado de los Chortales.

Comenzamos el descenso por la serpenteante y larga vereda que nos llevará directamente al cauce del río en la zona de la Cascada de los Árboles Petrificados. La previsión meteorológica es de posibilidad de lluvia en la zona. Vamos preparados para ello. La idea que llevamos es quedarnos a dormir en la confluencia del Arroyo de los Chortales con el Arroyo de los Madroñales. Si es posible, contemplar la lluvia de estrellas (aunque el cielo está nublándose por momentos) y, por la mañana, ir a la Poza Central de Río Verde y bañarnos en ella, junto a la cascada en "Y". Sin embargo, el motivo principal de la ruta es pasar una noche en el monte. Ya teníamos ganas.


Descenso por la vereda del Cerro de Martos.

Aún le queda al sol una hora, aproximadamente, para ponerse en esta zona. Se nos cruza en nuestro camino una cabra montés con su chivo del año. Los demás dicen ver muy cerca y durante una fracción de segundo, una especie de rata grande redondeada, de color muy oscuro y sin apenas cola. Yo no he podido verla. Abrimos un diálogo sobre las posibilidades: tejón, hurón, comadreja...

Pasamos por rincones preciosos pudiendo apreciar el encajonamiento del río entre paredones colosales.


Un bonito recodo de la vereda.

A las 19.55 horas llegamos a una gran roca elevada unos 100 ms sobre el cauce. Tiene forma de barco naufragado en el fondo marino y constituye un estupendo observatorio de toda la zona. Yo la conozco como "Mirador de Río Verde" para mis propias referencias del terreno. Nos encontramos a 966 ms de altitud.


"Mirador de Río Verde".

Bordeamos la roca por el norte continuando el descenso que se hace extremadamente pendiente hasta el punto de que han tallado escalones en la vereda. Hay preciosos ejemplares de brezo nazareno. Escuchamos el cercano sonido de la Cascada de los Árboles Petrificados a la que llegamos a las 20.15 horas.


Brezo nazareno. Erica cinerea.

Es una cascada muy bonita. La poza no tiene más de 60 cm de profundidad pero constituye un buen elemento gráfico que nos estimula al pensar en las demás sorpresas naturales que nos esperan en nuestra ruta. Se encuentra a unos 874 ms de altitud sobre el nivel del mar.


Cascada de los Árboles Petrificados.

Se llama de esa forma porque la industria maderera hace nueve décadas, realizaba el transporte de pinos aprovechando el caudal del río. Algunos quedaban varados en esta zona y el carbonato cálcico del agua formaba a su alrededor una capa pétrea. La materia orgánica del tronco acababa desapareciendo quedando una especie de molde del mismo conocido como toba calcárea.

Tras realizar unas fotos decidimos continuar nuestro camino. La luz natural va disminuyendo de forma progresiva y rápida. Pasamos junto a pequeñas pozas de agua que invitan al baño. Tal vez mañana. A las 20.25 horas estamos bebiendo en la Fuente de las Cabrerizas.


Cerca de la Fuente de las Cabrerizas.

Dejamos a nuestra derecha la pista forestal que asciende a la Presa de Funes y seguimos por la vereda. Poco después (20.40 horas) llegamos a la Cascada de los Tres Saltos (altitud 763 ms). Se trata de una gran mole rocosa bajo la presa por la que el Arroyo de la Cueva de Funes cae formando varias cascadas con cromáticas marmitas de color verde entre ellas. Hace años hicimos rappel aquí, en tres tiempos, por eso se llama así. Ahora está prohibido realizarlo. La penumbra vespertina no permite ya realizar fotografías de calidad de la cascada.

A las 20.50 horas extendemos los sacos preparándonos para cenar y pasar la noche. Los nubarrones ocultan las estrellas. La temperatura, sin embargo, es deliciosa. Y el entorno, paradisíaco, oyéndose el agradable sonido del agua de una cascada cercana.

A las 22 horas comenzamos a notar en el rostro las primeras gotitas de lluvia. No le hacemos caso en principio. Pero el continuo sirimiri hace que a las 11.25 horas, algo mojados los sacos de dormir, entablemos un diálogo sobre la sensatez o no de quedarnos como teníamos previsto. Si a esta hora la tierra y los sacos ya están mojados, a las 7 de la mañana, cuando amanezca, probablemente estaremos chorreando, máxime cuando las previsiones meteorológicas para mañana son también de lluvia en esta zona. A regañadientes, tomamos la decisión de levantar el campamento y marcharnos. ¡Día 13 de agosto y tenemos que regresar por lluvia! No le vemos sentido.


En el lugar de acampada.

La ruta de regreso es dura por la fuerte pendiente, pero deliciosa. Durante un momento nos hemos detenido, apagando los frontales, rodeándonos una oscuridad absoluta. Nos cruzamos en el camino con varios sapos de gran tamaño y con un escorpión al que no molestamos. Continúa la llovizna refrescándonos la cara. En algunos momentos nos arrepentimos de haber tomado la decisión de regresar. A las 00.52 horas nos encontramos nuevamente en el coche. Una espesísima niebla cae sobre el Collado de los Chortales. Iniciamos el descenso hacia Almuñécar circulando a 20 km/h, sin ver más que los primeros metros de las líneas pintadas a los lados de la carretera. Los cortados a uno y otro lado son de espanto y lo sabemos. De pronto, cae un fuerte chaparrón. Pasamos sobre lenguas marrones de guijarros y tierra que atraviesan la carretera arrastrados por el agua.

Hemos tomado la decisión adecuada.

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