sábado, 4 de septiembre de 2010

Cueva del Lobo Marino. 5 de Septiembre de 2010.

Comentarios y fotografías: Antonio Arana.

Hace dos años, mi compañera de Urgencias del Hospital de la Axarquía, Sonia, me habló de una cueva marina en los Acantilados de Nerja. Hace dos días retomamos el tema y la hemos planificado para hacerla esta mañana.

Y aquí nos encontramos, en la Playa de Burriana, Sonia Alcaraz, su marido Alejandro Hurtado (Subjefe Provincial del Consorcio de Bomberos), Salvador Pendón (también compañero de Urgencias del Hospital) y yo mismo.

El acceso a la cueva es un poco dificultoso porque hay que "mojarse". El acercamiento se hace nadando. Se puede saltar desde el propio acantilado al agua (salto de unos 3 metros de altura), descolgándose con una cuerda colocada en una gavilla de hierro o nadando desde la playa.

Llevamos los móviles, cámaras fotográficas, carteras, frontales, GPS... en un bote estanco.

Es necesario trepar desde el agua en la misma boca de la cueva para acceder a su interior. Para ello aprovechamos la ayuda de alguna ola que nos alce lo bastante para facilitarnos un poco el trabajo. El precio es alguna pequeña contusión y unos cuantos arañazos con la roca cortante. El oleaje es leve y nos empuja, una y otra vez, hacia la pared del acantilado.


Sala a la entrada de la cueva.

Se nos abre una gran sala con dos galerías, a derecha e izquierda. Nos dirigimos por esta última, más pequeña, hasta su final donde se abre una galería estrecha y descendente. Vamos andando por la roca justamente sobre el nivel del agua. En las paredes de las rocas, hacia el sur, hay agujeros naturales a modo de ventanas por los que apreciamos el color verde azulado del mar.


Ventanas naturales en el interior de la cueva.

Es necesario llevar sandalias para andar por la roca irregular y cortante.

Pasamos por distintas galerías dejando otras a ambos lados. Vemos también numerosas gateras pero no traemos la ropa adecuada para explorar algunas de ellas.

Finalmente, tras unos 100 ms de recorrido, llegamos a una pequeña playa subterránea. Es una verdadera joya natural. Nos hacemos algunas fotos. El agua está a una temperatura deliciosa y en el interior de la cavidad no hace frío, por lo que disfrutamos de un buen baño en las entrañas de la tierra.


Playa subterránea.


Playa subterránea.


Playa subterránea.

Pero el verdadero encanto de esta playa es que a unos 10 metros de la orilla, el agua está iluminada de color verde intenso por la acción del sol situado al otro lado de la pared. Nos metemos en el agua sumergiéndonos progresivamente hasta llegar a no hacer pie. Nos colocamos las gafas submarinas y es entonces cuando la belleza se nos abre en todo su esplendor. Vemos un profundo pasillo submarino iluminado, de varios metros de anchura y con infinidad de pequeños peces nadando. Tenemos la impresión de que buceando unos 10 metros nos encontraríamos en mar abierto pero el sentido común nos dice que la distancia podría ser mucho mayor y que para investigarlo no debemos poner en riesgo la vida y venir preparado con equipo de submarinismo.


Buceando en el interior de la cueva.

Apagamos los frontales durante unos minutos permaneciendo en silencio absoluto. Escuchamos el fuerte estallido de las olas sobre la pared externa del acantilado y el suave murmullo de las ondas al llegar a la orilla de nuestra playa.

Las fotos sin flash son imposibles a pesar de intentarlo con ayuda de los frontales. Tenemos que utilizar el flash por lo que desaparece el relieve y los maravillosos colores.

Tras un buen rato en el agua, regresamos. Contemplamos asombrados serpenteantes raíces de 6 cm de diámetro que recorren el suelo de algunas galerías.


Raíz.


Regresando.

Alejandro se tira al agua a través de un gran agujero rocoso y se coloca las gafas submarinas para explorar la zona. Pero a pesar de que creemos encontrarnos a unos metros del exterior, nos dice que el techo rocoso se extiende mucho más allá.


Explorando posibles salidas al mar abierto.


Continúa la exploración sin éxito.

Llegamos poco después a la sala de la entrada. El oleaje se ha hecho más intenso y el agua nos salpica en la cara tras el fuerte estallido de las olas contra la roca.


Entrada de la Cueva.

Saltamos al agua aprovechando el retroceso de las olas. Alejandro y Salvador ascienden el acantilado por la cuerda. Sonia y yo preferimos bordearlo nadando hasta una pequeña cala donde nos reunimos todos.

Una ruta maravillosa para enseñarla al resto del grupo.



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