Fotografías: Alejandro y Antonio.
La Peña de los Enamorados. El nombre es bonito. La leyenda, también.
Cuenta dicha leyenda que en época morisca, un guerrero cristiano de nombre Tello fue hecho prisionero por el alcalde morisco de Archidona. La hija de éste, llamada Tagzona, visitando los calabozos vio al cristiano, enamorándose ambos. Pudo liberarlo y escaparon juntos aunque fueron descubiertos por la guardia del presidio. Llegaron a la alta Peña situada entre Archidona y Antequera, perseguidos por el padre de la mujer con un grupo de moros pues había en aquella época una total prohibición de casamientos entre personas de distintas religiones. Viéndose acosados y antes que caer prisioneros y ser separados a la fuerza, decidieron lanzarse desde la cumbre del alto tajo existente al noroeste de dicha Peña.
Desde entonces se la conoce con dicho nombre aunque posteriormente se dio a conocer también como "el Indio" por su parecido con la cara de un indio mirando al cielo. Ya sé que es mucha imaginación pero me gustaría que la pusiérais a prueba observando las dos fotografías que pongo a continuación.


No es difícil observar la frente, el ojo, la nariz, los labios y el mentón de una figura con rasgos de indio. Esa vista de "la Peña", como la conocen en Antequera, se obtiene mirándola desde el oeste.

Creo interesante decir también que el Marquesado de la Peña de los Enamorados es un título nobiliario español creado por el rey Carlos II en 1679 a favor de Jerónimo Francisco de Rojas y Rojas, hijo del III Señor de la Peña de los Enamorados.
El actual titular es Joaquín Guajardo-Fajardo y Carmona, XII Marqués de la Peña de los Enamorados.
Caminamos un trecho por la vía férrea, atravesando un puente sobre el Río Guadalhorce. Desde aquí comenzamos a bordear la Peña hacia el suroeste y, posteriormente, hacia el norte.

Seguimos una vereda bien marcada, ligeramente ascendente, encontrando algunos acebuches con tronco de gran perímetro.

Llegamos al pie del tajo en la parte noroeste de la Peña, el de la leyenda... Y nos parece ver al cristiano Tello colgado de una cuerda a mitad del mismo.
Si hace unos cuantos siglos hubiese estado equipada esta pared, la leyenda sería otra muy distinta...
Rodeamos completamente el macizo caminando ahora por la parte este, pasando muy cerca de la nariz del Indio.
Dajamos atrás una especie de entrada que nos llevaría directamente al vértice geodésico de la montaña para trepar por las rocas hacia la cresta. Es más duro pero también mucho más emocionante.

La cumbre de la Peña de los Enamorados se encuentra en la misma punta de la nariz del Indio (altitud 878 metros).


Tras realizar algunas fotos en la cumbre y tomar algún alimento, comenzamos el descenso, esta vez por la entrada que dejamos atras durante el ascenso. Es mucho más fácil por aquí.
Llegamos a un collado con una pendiente progresivamente intensa y resbaladiza que ocasiona las primeras caídas.
Toda la zona está tapizada de lirios silvestres (Iris planifolia) de color azul y blanco. Su aroma es dulce y suave, muy elegante.
Ahora toca decir que además de la belleza de las flores existen alrededor nuestro otras bellezas y bla, bla, bla... que suena a inaguantable cursilería. Pero Nina e Inma saben que las queremos mucho aunque no se lo digamos con mucha frecuencia...

En la afilada cresta que cae desde la cumbre hacia el sur podemos distinguir un macho montés de unos 5 años acompañado por dos hembras.
Los adolescentes del grupo se lo están pasando pipa, como siempre.
Volvemos a caminar por la vía del tren y, poco antes de cruzar el puente sobre el Río Guadalhorce, escuchamos un fuerte ruído a nuestras espaldas y el intenso pitido de un tren advirtiéndonos del enorme peligro que corremos. Nos apartamos y vemos pasar la larga mole a gran velocidad a apenas 3 metros de nosotros.
Tras finalizar la ruta decidimos almorzar en la Venta la Sierra. Desde la cumbre reservé mesa para el grupo.
Observar en el trak el trazado de la ruta de la Peña de los Enamorados: ¡tiene forma de corazón!

No hay comentarios:
Publicar un comentario